Cada limón que muerdes es saliva
que avanza en línea recta hacia la espuma
del último veneno que se suma
al áspide que flota a la deriva.
Escribo tus promesas en cursiva
y las desenmaraño, y se las fuma,
a modo de venganza, Monctezuma,
y sueño que he dejado de estar viva.
Me encuentro un jeroglífico sangriento
en el punto de fuga de una arcada,
y está mi corazón manchando el vaso.
Ciega la maldición mi pensamiento
y me deja el limón, sobre la almohada,
el ácido perfume del fracaso.