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Lo hemos hecho muy mal. Me mira, desde una invitación de boda, un gusano con chistera que avanza, retorciéndose, en dirección a la manzana del amor. Así era antes el mundo, como una gran manzana colorada que se parecía demasiado a Nueva York. Ahora que la hemos abierto, a lo que se parece es a la Zona Cero, que es ese círculo en el que ya nunca podremos volver a aparcar. Lo ha dicho hasta McCain: que a Bush, con su guerra arborescente, se le ha olvidado asomarse a Wall Street, desde cuya punta, ya saben, se contempla la Estatua de la Libertad.
Europa, mientras tanto, se ha comprado un sombrero de diseño y se ha puesto, muy digna, a mirar con gemelos cómo caen los caballos. Cuando fuera jarrea, lo fino es constatar que no te afecta. Ya ven que Zapatero no da muestras de haberse ni enterado. Y si la Bolsa cruje y las fábricas cierran, si propios e inmigrantes se quedan sin trabajo, si el sol atiza el fuego entre clases y razas, si cogemos – de nuevo – el tren de la vendimia, si siguen los comercios de rebajas, si el dinero flotante se refugia en lingotes, si hay misiles que empiezan el colegio, si Rusia se merienda lo que le viene en gana, si huele a un «entreguerras» que ya no hay quien estire, lo que hay que hacer es irse, con el fracaso a cuestas, al vacío botellón de la nostalgia.
De yerros que se van encadenando, sólo pueden salvarnos las virtudes. Necesitamos algo, un valor, una idea, que sobrevuele el túnel en que estamos metidos. Necesitamos fuerza, tesón, atrevimiento, y líderes que tengan, viajando en el caletre, algo más que ambición y demagogia. Como íbamos tirando, nos hemos permitido políticos de adorno y pasarela, hechos de gas y voz, televisivos. Estamos en las manos de un eslogan y bajo los influjos de su efecto. Deberíamos quizás, los ciudadanos, publicar un anuncio por palabras con un texto como éste o parecido: para empresa global en peligro de ruina, buscamos directivos «de alto standing» con sentido común o mercromina, y preferiblemente inteligentes. En España, abstenerse resentidos.