Googleando, googleando, se llega a todas partes. Recuerdo aquella tarde, en el Lago Maggiore, en que mi padre me comentó que llevaba tiempo tratando de averiguar, sin éxito, a quién pertenecía un verso incrustado en cursiva en un soneto de Gerardo Diego que rezaba “hilarás tu memoria en la mañana”. Ni siquiera sus amigos eruditos, a los que había consultado, habían logrado ayudarle. Necesitaba ese dato para completar su discurso de ingreso en la Real Academia Alfonso X el Sabio de Murcia, que al final – ars longa, vita brevis – nunca llegó a pronunciar. Como yo, pese a mi formación humanística, tampoco identificaba al autor de aquel verso, le propuse una búsqueda en Google. A mí ese señor buscador acababa de serme presentado, pero, secretamente, yo ya me había rendido a sus encantos.
Y, por supuesto, lo encontramos. Aparecía en uno de los resultados de la búsqueda, vinculado al nombre de un profesor cordobés al que no cito porque, desgraciadamente, no me anoté mentalmente su nombre y mi padre, que sí lo hizo, no está aquí para recordármelo. Ya teníamos el verso, y la gracia de un hombre que quizás lo conocía. Acudimos de nuevo a Google para seguirle la pista desde Italia, y, oh, rara maravilla, dimos con él en un anuario. Pocos segundos después, su hijo nos decía por teléfono que su padre estaba enfermo en aquel momento, pero que él trataría de averiguarnos la información deseada. Y nos la averiguó. Y así es como descubrimos que aquel verso, algo modificado, procedía del soneto dedicado “A don Cristóbal de Mora”, cuyo autor, y esto es ya bien sabido, no es otro que don Luis de Góngora. Al modo de su muy odiado Lope, caso cerrado en horas veinticuatro.
Han pasado los años y hoy día “googlear” es más que una liturgia sólo para iniciados. Se ha convertido en algo a caballo entre el mar y la rutina. Y cuentan, ya saben, que se lo inventaron dos jóvenes en un garaje. La especie aún los fabrica inteligentes. Uno de esos muchachos recogió ayer el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Yo hoy les devuelvo el verso que les debo, “hilando su memoria entre las gentes”.