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Es como lo de la laicidad, pero en versión lingüística. Se celebrará mañana, en Barcelona, una manifestación a favor del castellano que no pretende, porque no es su batalla, arremeter contra el catalán, sino revindicar el derecho de los hispanohablantes que residen en Cataluña desde hace años, o siglos, a elegir para sus hijos una educación en su lengua materna. O al menos una educación bilingüe. Me imagino que habrá alguna pancarta con hache de hartazgo, y me pregunto qué hará el tripartito ante semejante despliegue de rótulos prohibidos. Y si dará en taparse los oídos cuando suene en la calle un ruido de ceniza, como de campo y plaza, como de oscura senda, que no tendrá mil ecos ni moverá montañas, pero será verdad y tendrá sentido.
No hay peor amo que quien sirvió, y lo que les pasa a estos políticos autonómicos supuestamente reprimidos e irredentos es que han descubierto los placeres de la asfixia cuando son ellos, claro, quienes tensan la cuerda. Y como el castellano, aunque tenga tanto derecho a su cuerpo como cualquier feminista, ni se tira por la ventana ni se extirpa los hijos, sino que goza, a lo que parece, de excelente salud reproductiva, han optado por pasarle la apisonadora de una legislación ordenancista, soberbia, impertinente, imperialista, y además ilegal, que, reduciendo el español a polvo, tiene como misión limpiar la casa. No de un virus extraño, sino de su otra lengua milenaria.
He visitado unas cuantas naciones de Europa y no conozco ninguna que prohíba o desaliente, en alguno de sus territorios, el uso del idioma común. Se trata, por supuesto, de reflotar primero la diferencia lingüística, luego profundizarla y extenderla, y por último reivindicar a su costa la identidad diferenciada. Es como Michael Jackson, que ya se ha vuelto blanco de tanto desteñirse, y es cierto que a estas horas pertenece a otra raza. Si fuera menos obvio, daría menos vergüenza. Pero ya reza el dicho, bendita paradoja, que suele el pecador llevar la penitencia en el pecado. Le pasa, a mucha gente, que termina salvando lo que mata.