Romance de la Malaya

Romance de la Malaya

Marbella lo tiene todo,
¿y qué no tendrá Marbella?
Es famosa en medio mundo
por su eterna primavera.
Si te cansas de la playa,
puedes subirte a la sierra,
y si te gustan las flores
puedes ahorcarte con ellas.
Por allí corren los euros
como si fueran gacelas,
y hasta las lumis relucen
como fúlgidas estrellas.
Hay en Marbella unas casas
que te dejan boquiabierta,
con seis bidés por trasero
y tres jacuzzis por pierna,
niñatos con deportivos
que van haciendo carreras,
chanchullos que no terminan,
maletines que no cesan,
enjuagues y comisiones,
sobornos y mangoletas,
yo te doy unos billetes,
tú me das unas licencias…
Lo que se dice un trasiego
que para sí lo quisiera
el Chicago de Al Capone
o los antros de Marsella.

Por no privarse de nada,
tiene también una trena
donde ya han ido a parar,
o a visitar a su abuela,
regidores corrompidos
y corruptas alcaldesas
con su enjambre de abogados,
testaferros, albaceas,
cazadores de fortuna,
toda la mafia europea,
notarios del pan pringado
empresarios sin empresa,
mercachifles, arribistas,
barraganas, proxenetas,
julianes que no tién madre,
y alguna tonadillera.

Atiende por la «Malaya»
esta fiebre de limpieza
(que por lo mucho que cunde
más bien parece una guerra),
y es raro, porque si al nombre
le añadimos una letra,
se nos convierte en «malhaya»,
es decir, maldita sea,
cuando para este gobierno
ha sido la panacea.
Cada vez que al presidente
se le encampana la ETA,
se saca el callo malayo,
del zapato o de la agenda,
y ya en el informativo
Milá, su primo o quien sea
se tira medio programa,
si no la emisión completa,
en Alhaurín de la Torre
a ver quién sale y quién entra.
Si usted no cree que es extraño
y ya es mucha coincidencia,
o no conoce al gobierno,
o nunca ha estado en Marbella.


Laura Campmany