Iba el Cid en su Babieca
con su Tizona en el puño,
galopando a toda leche
hacia un enclave moruno,
seguro de su coraje
y de su fuerza seguro,
cuando la guardia civil,
que andaba por esos rumbos
y le esperaba emboscada
tras una mata de juncos
con instrucciones severas
del gerifalte de turno,
le hizo un alto con la mano
y al instante le detuvo.
«Sosiegue vuesa merced,
– habló, de los guardias, uno –
que vais a treinta por hora,
y lleváis suelto el escudo.
Los cascos de la montura
a punto están de echar humo,
ibais hablándole al cielo
de sabe Dios cuál asunto,
y bien se ve en vuestro aliento
que habéis catado el orujo.
De forma que ya podéis
iros comprando un canguro,
que a caballo no podréis
montar en un par de lustros,
y como no obedezcáis,
encima os meto yo un puro.»
No conocía el Campeador
el nuevo carné por puntos.
…
Iba Cristóbal Colón
callado y meditabundo,
navegando a todo trapo
por esos mares profundos
hacia un viejo Continente
que luego fue el Nuevo Mundo,
cuando cierta patrullera
le interceptó como pudo,
obligándole a parar
y a tragarse este discurso:
«¿Se pensaba el caballero
que el Océano era suyo?
Vuesa merced navegaba
a lo menos siete nudos,
y le hemos visto virar
sin intermitente alguno.
Si además la embarcación
como me temo y presumo,
ni ha pasado la ITV
ni dispone de seguro,
os la habré de confiscar,
y hasta meteros al trullo.»
De nada sirvió llamar,
al patrullero, capullo.
No conocía Colón
el nuevo carné por puntos.
…
Yo ya no fumo en el coche,
yo ya la radio no escucho.
Aunque tenga la autopista
menos tráfico que un duro,
de ciento veinte no paso,
y ni adelanto a los burros,
y si me tomo una caña,
simplemente, no conduzco.
Y es que conozco, pardiez,
el nuevo carné por puntos.