Romance de la Regàs

Romance de la Regàs

Que España está que se sale
y ya no puede ir a más
habrá quien diga que a menos –
nos lo viene a demostrar
que al frente de nuestra insigne
Biblioteca Nacional
tengamos una lumbrera
como la Rosa Regàs.
Esta dama de las letras,
como ustedes ya sabrán,
no es un rosa cualquiera,
sino una flor singular.
Es, según los entendidos,
una escritora genial,
una eximia novelista
y un componente esencial
de la cultura española,
del acervo catalán,
del pensamiento europeo
y del debate mundial.
Si alguna cosa, a mi vida,
le tengo que reprochar,
es que nunca me brindara
la grata oportunidad
de leer siquiera dos líneas
de doña Rosa Regàs.
Una es que tiene lagunas
que ya no puede colmar.

Lo que sí salta a la vista
sin tener que madrugar
para hacerte con las obras
de esta autora excepcional
(antes de que se las lleven
sus diez millones de fans)
es su espíritu indomable
y su labor cultural.
Cualquier otra directora
con menor creatividad
se habría fijado objetivos
al alcance de un mortal,
pero ésta, naturalmente,
fue bastante más allá.
Metió el trabajo corriente
en un cajón del boudoir
(total, por dos incunables
no te vas a despeinar)
y lanzóse a una batalla,
como poco, original
contra Menéndez Pelayo,
que le afeaba el zaguán.
Como tampoco parece
partidaria de Pidal,
pienso que es a los “Menéndez”
a los que quiere arrumbar.

Lo que acaso no es tan propio
de su estatura moral,
ni de ésa su sedicente
hechura intelectual,
es desearle a la prensa
la bancarrota total.
Hombre, señora, la prensa
inclusive la rival –
es uno de los pilares
que rigen la libertad.
Que en ese anhelo coincida
con el autor de Mein Kampf,
usted, que oficia de progre,
como que da que pensar.


Laura Campmany