Romance del hombre del tiempo

Romance del hombre del tiempo

No es que ya no me lo crea,
es que ya no me lo creo
que en el Levante, por Pascua
acaba haciendo buen tiempo.
Por lo que ya llevo visto,
lo que por vieja sospecho,
lo que por sabia anticipo
y lo que muy bien recuerdo,
ni en Torrevieja ni en Calpe,
ni en Valencia ni en mi pueblo,
ese sol que nunca falta
en cualquier otro festejo
– Cuando Moros y Cristianos,
el Festival Habanero,
las Fallas o la Sardina,
la Batalla o el Entierro –
sale por Semana Santa
siquiera a darse un garbeo.
Siempre, de Lunes a Jueves,
y el Viernes ya ni les cuento,
llueve por esos parajes
lo que en Bélgica en febrero,
y si por fe o penitencia
te vistes de Nazareno,
sales de casa con lluvia,
vuelves a casa con truenos,
y te acuerdas de la madre
que parió al hombre del tiempo,

Yo al cielo sí le perdono
que se nos tiña de negro,
porque si Dios agoniza
justo es que lloren los Cielos,
pero al que pone los soles
donde no van a estar ellos,
sí le pido que se deje
de bromas y cachondeos,
y se abstenga de inventarse
anticiclones que luego
ni te consuelan las penas
ni te calientan los huesos,
sólo por darle en el gusto
a nuestro gremio hotelero.

Ya estoy hasta las narices,
por decirlo con respeto,
de que me endilguen milongas
de que me tomen el pelo,
y me tengan cuatro días
con el paraguas abierto.
Si está lloviendo en Sevilla,
tengo derecho a saberlo,
y si no hay sol en la costa,
¿de qué me sirve el pareo?
Pero ojo, que la mentira
tiene alicortos los remos,
y al fin que sólo engatusa
a los bobos y a los ciegos,
y no hará falta que cuente
la historia del lobo y Pedro,
o la del gato con botas,
o la de ETA y Zapatero,
o la de Montesdeoca,
que vive en dos hemisferios,
y cuando anuncia bonanza
acierta en Montevideo.
Pero por no poner toda
la culpa en un solo cesto,
diré al itálico modo
que «piove, porco governo».


Laura Campmany