Romance del etarra ambulante

Romance del etarra ambulante

La aventura del verano,
– fueles y fuegos al margen –
ha sido sin duda alguna
el periplo apasionante
de un muchacho de le ETA
– al parecer un tal Ander –
de corazón andariego
y despistado carácter,
al que ya algunos conocen
como el etarra ambulante.
Por las huellas que se deja,
el chaval, al desplazarse,
sabemos que desde junio,
no ha descansado un instante.
Se recorrió, desde Francia,
España de parte y parte
hasta llegar a Ayamonte,
donde tuvo que apearse
del Focus que le servía
de moderno Rocinante,
dejándose, con las prisas,
dentro del portaequipajes,
un mapa de Andalucía,
dos maletas, el portátil,
algunos detonadores
e instrumentos semejantes,
amén de unas instrucciones
que te explican al detalle
cómo hacer un artefacto
sin tú saltar por los aires.

Debió el chico de tener
que ir a una tienda a comprarse
de nuevo todo el equipo
de terrorista y de calle
sin el que no hay quien integre
un comando itinerante,
y chuparse más trasbordos
que el pasajero de un chárter,
pues al poco lo tenemos
reapareciendo en Levante
camino de Tarragona
en el asiento de un taxi.
Con tan malísima suerte
– admito que eso ya es gafe –
de dar con otro control
no lejos de Benicássim,
tener que escapar de nuevo
y nuevamente dejarse
la bolsa recién comprada
y el montón de cachivaches
que llevaba de paseo
nuestro ubicuo personaje.
¡A saber dónde andará,
y cuántos otros parajes
llevará ya recorridos,
y cuántos cheques de viaje
se habrá gastado ya el pobre
en gel y desodorante,
camisetas, calzoncillos,
polvitos y denotantes!
Ustedes no me hagan caso
– que yo soy muy mal pensante –,
pero déjenme decirles
que me huelen a montaje
del astuto Rubalcaba
(y ojalá que en eso paren)
los circuitos veraniegos
tan poco profesionales
de la mochila explosiva
y del etarra ambulante.


Laura Campmany