Romance de los móviles

Romance de los móviles

El móvil es ciertamente
una invención cojonuda.
Te permite conectarte
con Pekín o las Bermudas
tanto desde Almendralejo
como desde Mollerusa,
tanto si viajas en AVE
como si montas en burra,
y lo mismo para hablar
de Zubiri o de Neruda
que para darle a tu madre
una noticia segura
de que dejaste Albacete
y vas camino de Murcia.
Nadie que sea importante,
o que de serlo presuma,
puede vivir sin un móvil
que le llame y le interrumpa.
Porque si nadie te llama,
porque si nadie te busca,
si no te están convocando
a cada rato a una junta,
o pidiéndote un consejo,
o haciéndote una consulta,
es que eres tan miserable
como un Ícaro sin plumas
un Neptuno sin tridente
o una Venus sin espuma.

Lo más curioso del móvil
es la forma en que se usa
para hablar con ese amigo
que veranea en La Coruña,
mientras el que te acompaña,
ya hasta el gorro, desenfunda
y mira a ver si no tiene
algún amigo en la tundra
para soltarle algún rollo
de pareja envergadura.
Pero lo fashion en móvil
es la llamada presunta.
La utilizan los famosos
más o menos caraduras
para esquivar a esa prensa
más o menos nauseabunda
a la que a veces atienden
y a la que a veces denuncian
en función de la pomada
con que esa prensa les unta –
y ahorrarse tales respuestas
a según cuáles preguntas.
No sé dónde venderán
ese móvil non plus ultra,
pero no ha de ser muy caro
porque lo lleva hasta el Putas.

Si no es usted un famoso,
si vive usted de su industria,
si no ha perdido el recato
y conserva la cordura,
no le permita a su móvil
jorobarle una lectura,
distraerle un pensamiento,
atacarle en plena ducha
o machacarle el verano
con todo tipo de murgas,
que también tienen derecho
las humanas criaturas
a estar un rato apagadas
o fuera de cobertura.


Laura Campmany