Romance de Lady Di

Romance de Lady Di

Hoy hace justo diez años
nos tuvimos que dormir
con una triste noticia:
había muerto Lady Di.
Aquella chica rebelde,
la estrella del colorín,
penetraba en la leyenda
tras los pasos de James Dean –
dejando un bello cadáver
y cerrando, con su fin,
la historia de una promesa
que nadie quiso cumplir,
donde se mezclan y bailan
en una especie de twist
la ambición y la inocencia,
la flema y el frenesí,
un llanto como de niña
que se olvidó de reír,
una corona de espinas,
un vestido de organdí,
un olor a podredumbre,
un perfume de jazmín,
camas manchadas de nada,
laberintos de marfil,
tampax, amantes, traiciones,
viajes, leprosos, carmín,
mayordomos indiscretos,
reinas que pierden al bridge,
entrevistas, confesiones,
contraataques de “The Firm”,
un divorcio millonario
a cambio de un “let it be”,
yates que surcan los mares,
citas de amor en el Ritz,
paparazzis implacables,
misteriosas limousines,
un túnel agazapado
bajo el alma de París
esperando a una princesa
ya destinada a morir,
y ese mal gusto que deja,
en la boca, descubrir
que en la vida es casi siempre
Goliat quien vence a David.

Aunque jugara sus cartas
sin saberlas repartir,
no merecía Diana
morir tan joven y así.
Si fue insensata o astuta,
si sufrió o hizo sufrir,
si entre todos la engañaron
o ella sola dijo sí,
si aquello fue un accidente,
o un trabajito sutil,
no parece que los jueces
nos lo vayan a decir.

Pero hay algo en sus retratos,
en su sonrisa infeliz,
en su mirada perdida
en sabe Dios qué jardín
que no encaja en el sumario,
que no para de latir,
que no acaba de vestirse
completamente de gris,
y seguirá titilando
y dando cuenta de sí
así que pasen los años,
like a candle in the wind…


Laura Campmany