Bendito sea Zapatero
por toda la eternidad
pues si alguna luz le falta,
no es por cierto la de Alá.
De otro modo no se explica
que un infiel occidental
ordenara que sus tropas
se retiraran de Irak
y luego, a renglón seguido,
tuviera la idea genial
de crear una Alianza
para que la Cristiandad
al fin se estreche la mano
con el mundo musulmán.
Lo que quiere Zapatero,
y suscriben en Irán,
es combatir la injusticia
a nivel universal
para que los terroristas
entiendan que está muy mal
andar poniéndonos bombas,
con lo fácil que es hablar.
Cuando por fin comprendamos,
en Londres, Roma o Bagdad,
que esos pobres angelitos
alguna razón tendrán
para odiar nuestra cultura
e imponernos su verdad,
quizás estemos a un paso
de asegurarnos la paz.
La receta es tan sencilla,
que no lo puede ser más.
De entrada, le devolvemos
– ya lo propuso Cajal –
Ceuta y Melilla a Marruecos
como prenda de amistad.
Lo de Al Andalus, yo creo
que se puede negociar.
Como a Al Qaida le apetece
volverlo a reconquistar,
le ofrecemos un pedazo
o, si insiste, la mitad:
que elijan cuatro provincias
y nos dejen las demás.
En materia de costumbres,
también se puede pactar.
La mujer que con el burka
no se encuentre natural
puede optar por la chilaba
a juego con el hijab,
y el marido que no quiera
a su esposa deslomar
siempre puede repudiarla
o encerrarla en el desván.
El punto más conflictivo
es la homosexualidad,
y si no, díganme ustedes
si hay forma de conciliar
que los gays, por una parte,
hasta se puedan casar,
y los tengamos, por otra,
que prender o lapidar.
Por si la tal Alianza
consiguiera prosperar,
yo, por lo pronto, ya he puesto
mis barbas a remojar,
y a ustedes les aconsejo
que empiecen a practicar:
que si Salam Malekum
que si Malekum Salam.