Romance del proceso

Romance del proceso

Pero, bueno, señor Soria,
tampoco hay que exagerar.
Ya sé que es de bien nacidos
alabar a quien nos da,
y si es todo un ministerio
– aunque sea el de Sanidad –
lo que a usted le han regalado,
entonces, razón de más.
Que se muestre usted contento
me parece hasta normal,
y que elogie a su mecenas
hasta se puede explicar,
pero de ahí a promoverle
Nobel a la honestidad
hay lo mismo que separa
el sueño y la realidad.
El muchacho, en todo caso,
se merece el de la paz.

Pues habremos de admitir
que en los tres años que van
desde que manda en España,
o al menos finge mandar,
no en otra cosa ha centrado
su labor presidencial
(al margen de otros delirios
de muy escasa entidad)
el ZP en que de pronto
se convirtió «Sosoman».
Si algo quiere Zapatero
en su mandato lograr
es que la ETA abandone
su costumbre de matar
y se entere de que estamos
dispuestos a negociar
cualquier aspecto del trato
que le parezca esencial:
qué sé yo, cierto respeto
a escala internacional,
la autodeterminación,
la territorialidad,
la libertad de sus presos
y alguna chorrada más.
A cambio, él sólo pedía
un poco de caridad:
pase la kale borroka,
los chantajes, bien están,
pero, hombre, lo de las bombas
se tenía que acabar.
Y como la de Barajas
fue más bien accidental,
la pasaremos por alto
y pelillos a la mar.

Todo estaba preparado
para la traca final,
pero es que de alguna gente
ya no te puedes fiar.
Por un lado, los peperos,
que luz verde no le dan,
y por otro, los etarras,
que cada vez piden más.
Así es que no hay quien gobierne
ni quien consiga la paz.
En verdad que es una pena
– cuánto lo siento, Bernat –
que con tanta gente ingrata
y tan poca seriedad,
el Nobel que le augurabas
vaya a tener que esperar.


Laura Campmany