Que somos la repanocha,
un Edén, un Potosí,
una Arcadia, un Eldorado,
y, ciertamente, el país
de entre todos los de Europa
donde es más fácil vivir
sin pegar un palo al agua
y a base de delinquir,
lo demuestran a las claras
esas ganas de venir
a instalarse entre nosotros,
y nuestro pan compartir,
de toda la flor y nata
– mais voyons, del tout Paris –
del crimen organizado
que circula por ahí.
…
El muestrario es tan extenso,
que casi no tiene fin:
tenemos mafiosos rusos
en la costa marbellí,
ex soldados kosovares
dando palos en Madrid,
vendedores de pastillas,
traficantes de hachís,
sicarios de los carteles
de Cali y de Medellín,
guerrilleros jubilados,
timadores de postín,
sanguijuelas de las redes
de pederastia infantil,
y, porque nada nos falte
y con razón presumir,
ya tenemos en España
también a los Latin Kings,
y, según en los diarios
recientemente leí,
a la camorra italiana,
que mola mazo, ¿a que sí?
…
Por si no fuera bastante,
– nosotros somos así –,
hace ya tiempo que alberga
nuestro florido pensil
a las cédulas de Al Qaida
que no tienen dónde ir.
¿Dónde iban a encontrar ellas
un lugar menos hostil,
una frontera más laxa,
un gobierno más gentil,
unos servicios secretos
más ineptos que el CESID,
unos jueces más clementes
y un clima como el de aquí?
Como además con la ETA
ya sabemos que morir
es una cosa que, bueno,
siempre te puede ocurrir,
no vayamos a ponernos
más estrechos que un colín.
Señores, ancha es Castilla,
venid, rateros, venid,
llegad, mafiosos del mundo
a nuestro mundo feliz,
que Zapatero es muy bueno
y os vamos a recibir
con los brazos extendidos
o, si así lo preferís,
con las dos manos arriba,
como perfectos gilís.