Romance de la crispación

Romance de la crispación

Les comunico, señores,
que hacemos mal en crisparnos
y en crispar a quien nos crispa -,
en vez de felicitarnos
por tener un Presidente
que es un auténtico sabio,
y a juzgar por sus palabras,
sanaciones y milagros
levitaciones y ayunos,
de bueno, va para santo.
De entrada, abrió las fronteras
al mundo subsahariano,
y ya navega hacia España,
en bus, patera o a nado
sin carné ni pasaporte,
sin recursos ni trabajo,
toda la humana progenie,
que le sabe hospitalario.
También debiera alegrarme,
no sé por qué no lo hago –
cuando dice el angelito
(no se engañen, no es humano)
que está dispuesto a hacer todo
lo que sea necesario
para que nadie se olvide
de nuestro hermoso pasado,
y vuelvan los españoles
a dividirse en dos bandos:
al lado izquierdo los buenos,
y a la derecha los malos.

¡Qué gobernante inaudito,
qué estadista visionario,
cómo resuelve problemas,
cómo diseña escenarios!
¡Qué suerte que hemos tenido
de tener un mandatario
capaz de hacer que un país
deje de ser un Estado
no en una guerra de siglos,
sino en tan sólo tres años!

Y díganme si nos faltan
razones para alegrarnos,
pues nos sobran los amigos
en Caracas y en El Cairo.
Nos respetan en Irán,
nos adora Fidel Castro,
y ya nos hacen la ola
por donde quiera que vamos
los sultanes de la noche
y los reyes del banano.
Y si encima nos enseñan
Zapatero y sus muchachos
a ser buenos conductores
y mejores ciudadanos,
nos quitan el pitillito
para que estemos más sanos
y negocian con la ETA
el destino del País Vasco,
el que se crispe, señores,
es que nació ya crispado.
Aunque debo confesarles
que en cuanto llega el verano
e intuyo que Zapatero
está en su Coto encerrado,
y que todos sus ministros
se han puesto el traje de baño,
la crispación me abandona
y es cuando al fin me relajo.


Laura Campmany