Como indican las encuestas,
los estudios certifican,
la realidad corrobora
y, bueno, salta a la vista,
la enseñanza obligatoria
de la España socialista
es tan buena y eficiente,
tan correcta en sus premisas,
tan firme en su desarrollo,
tan abierta y pluralista,
tan ejemplar y brillante,
tan sólida y constructiva,
que me sorprende que aún haya
naciones que se resistan
a copiarnos el invento,
aunque con tanto turista,
yo ya empiezo a maliciarme
que la mitad son espías.
…
No es de extrañar que otros pueblos
nos tengan algo de envidia
cuando ven que nuestros hijos,
si les nombras a Favila,
dicen que es un delantero
del Madrid o del Sevilla,
Velázquez les suena a calle,
Quevedo, a con-lo-que-rima,
Albéniz, a la Sonsoles
y La Pepa, a una vecina,
Colón, a los detergentes,
a una tía fresca, Zorrilla,
Calderón, a un presidente
y Picasso, a una berlina.
…
A juicio de Zapatero
(y la Cabrera ni pía,
siendo una Calvo-Sotelo),
lo que importa en esta vida
no es la Historia de los libros,
sino la de su familia.
El francés es ampuloso,
el inglés, imperialista,
el latín es un coñazo,
el griego, una tontería,
la gramática es de curas,
de obtusos, la geografía,
de intransigentes, las mates,
de lunáticos, la física,
y no hay cosa más idiota
que estudiar filosofía.
Pues las tales enseñanzas
son reaccionarias y antiguas,
a la mayor brevedad
habrá que sustituirlas
por los nuevos contenidos
de esa nueva disciplina
que se llama «Educación
para la ciudadanía»,
y que explica con colores,
aforismos y flechitas
que en la España zapatera
somos todos feministas,
prudentes, igualitarios,
solidarios, deportistas,
sexualmente libertarios,
en absoluto racistas,
y, por encima de todo,
ciudadanos progresistas
que se creen que Zapatero
inició la Reconquista.