Autor: Laura Campmany

Bagdad Café


Así se llama la película más hermosa que conozco. No es mucho lo que pasa. Un hombre detiene su coche y deposita a una mujer, con su equipaje, ante un motel de carretera perdido en el “Far West”. Ella es visiblemente alemana y extremadamente meticulosa. Pesa mucho y habla poco. Pero las palabras que calla,

La soga


He tenido esta noche un sueño extraño. Me encuentro en una estación de autobuses y nadie sabe decirme cuál de ellos conduce a mi destino. Me subo al primero que arranca. Pero, una vez en marcha, compruebo que el autobús, lejos de dirigirse a la ciudad, se interna por caminos cada vez más agrestes, cada

Leonor


Es linda, la zagala. Toda vestida de blanco, erguida y circunspecta, empieza a parecerse a su primer retrato. Se parece, también, a una página nueva, a una estirpe distinta, a un bautizo de fuego, a un frufrú de faldones, a un perfume de nardos, o a esa mujer entera que tal día – quizás recordaremos

Los vivos y los muertos


Digo yo que los muertos, mientras los vivos juegan a la vida, tendrán sus propios mapas. No es posible que estén hechos de viento, igual que no se borra la mancha de la tinta. No puede ser que se hayan extraviado, que se hayan dispersado de una forma tan honda. Digo yo que no puede

Ante notario


De todos los numeritos circenses a los que he asistido en mi vida, no hallo en la memoria, con excepción de su berlusconiano antecedente, ninguno tan ridículo como la vistosa iniciativa de Artur Mas de acudir a una notaría a firmar un “contrato con los catalanes”. En el que se obliga, por ejemplo, a suprimir

En la lengua de Cervantes


Sancho, fíjate bien que de las cosas que tú y yo atesoramos en el alma, ninguna hay comparable a la que sirve para darle a otros hombres tu palabra. Y pues que de su fibra estamos hechos, y en ella nuestra vida se proclama, y es ella quien nos brinda la materia para comunicar lo

“Made in China”


Imagínense ustedes una mujer desesperada. Tan vacía, que ansiara un dolor en su vientre. Una mujer que se hubiera ya puesto en cuatro manos, abierto en seis promesas, pinchado en cien agujas, gastado en un infierno de quincenas, naufragado en mil cólicos de sangre. ¡Desconfíen, amigos, de las ciencias impuras! Y que un buen día,

De Mozart y mordazas


Me aburre el simbolismo en el teatro. Casi diría que me ofende. Como el de aquella obra que vi hace tiempo en Bruselas en que al final, para hacer más patente la decadencia, la banalidad, la descomposición moral de la clase burguesa – que ya el texto denunciaba sin rodeos -, los actores derramaban el

En el nombre del Padre


Si no estuviera tan cansada. Si no estuviera tan definitivamente cansada de leer, bajo las letras más góticas – en ese florilegio de los libros donde más de un millón de escaramuzas caben en un atónito bostezo -, toda la muerte, toda la insolencia de las hogueras redentoras (con sus juicios sumarios), toda esa presunción

La escuela del fracaso


Estudié en el Liceo Italiano de Madrid. Era, con un curioso afán de eclecticismo, un “liceo scientifico ad indirizzo classico”, que es tanto como decir que lo que allí se pretendía es que los alumnos adquiriéramos una costumbre científica que nos permitiera abordar con rigor las distintas disciplinas, pero con la mirada siempre puesta en