Hagan ustedes “zapping” y hallarán, circulando por las ondas, noticiarios, noticieros o “noticiosos” dotados de un entrañable espíritu docente. Programas de información en que los locutores, o locutoras, tienen para con sus fieles espectadores la deferencia de seleccionar cuidadosamente las noticias, así como las declaraciones e imágenes que las ilustran, de forma que no quede ni una brizna de paja entre los granos. Sólo nos cuentan su verdad esencial, aliñada de gestos y visajes, y con sus estrambotes o apostillas.
Lo último en doctrina informativa es darte la noticia ya pelada y cortada. La secuencia es muy simple. Primero, te resumen lo candente del día. Luego, lo que el Gobierno ha decidido. O piensa decidir, si es que le dejan. Seguidamente, la reacción airada, desleal, indecente y vengativa, de cierta oposición. Rictus del locutor: ¡qué canallada! Por si el gesto no fuera suficiente, frases de indignación explicativa: como si ellos no hubieran…, a quién creerán que engañan…., y ahora salen con ésas… Y, de cierre, eso mismo, pero dicho por boca de quien manda.
También las entrevistas van en este sentido. Unos entrevistados se encuentran como en casa, y otros como en la guerra. Los entrevistadores, más que hacerles preguntas, los someten a juicio y veredicto. ¡No se pierdan sus caras! Propias de periodistas imparciales que simplemente asienten o sonríen cuando se les responde con franqueza, razón, convencimiento o valentía, pero muy noblemente desaprueban la insidia, la mentira o la arrogancia. A lo mejor son tres, pero parecen cuatro. Y cunden como seis, o como ciento. También Dios hizo el mundo por jornadas y descansó en la noche de su sexta.