El manifiesto

El manifiesto

Cincuenta mujeres sobresalientes del ámbito cultural, empresarial o académico, y que a lo mejor en una semana trabajan lo mismo o más que Serrat, han firmado un manifiesto en contra de ese «fraude de ley» en que se ha convertido nuestra ley del aborto. Ninguna, que yo sepa, tiene la pata quebrada. Denuncian lo evidente, cosa a la que en España poca gente se atreve: que aquí aborta quien quiere y aun quien no quiere y, lo que ya es siniestro, cuando quiere. Pero, para el gobierno, el derecho a morir es progresista y el derecho a nacer es reaccionario.

Se trata de un sensato manifiesto que de forma espontánea firmamos a diario las mujeres del mundo que, desde la libertad y la autonomía, entendemos que hay algo ajeno y propio, una compleja y tierna encrucijada entre nuestra existencia y La Existencia en cada nuevo, terco, imprescindible, milagroso o fatídico embarazo. Sólo un justo equilibrio entre la dignidad femenina y los derechos, como ser viviente, que asisten a un embrión de ser humano podrá lograr que en esto, como en todo, lo justo sea también lo necesario.

Cuánto me gustaría que la ciencia, de una vez por todas, se pronunciase al respecto. Que quienes más conocen la verdad del aborto dijesen lo que saben. Contra la certidumbre, no sirven las pancartas. Sin ínfulas de césar visionario, sé que la Historia le pondrá a esos hijos que nunca vieron despuntar el alba, que no descansan en los cementerios, que pueblan las basuras y cloacas, ese nombre brutal que no les dimos. El de seres tirados a la nada. Mi hija, lo mejor que he tenido, no es hija natural, sino adoptada. La parió una mujer a la que quiero decir, en nombre de la vida, «gracias».
Laura Campmany