El niño del globo

El niño del globo

A Zapatero, lo habrán notado ustedes, se le ha puesto cara de pánfilo. Tiene los ojos más azules que nunca, y como fijos en un espejismo. Se creyó tan a ciegas su «proceso», tan sin matices lo ha visualizado, que mientras los etarras robaban las pistolas, escupían chantajes y extorsiones, exigían Navarra y la luna de siempre, o tomaban las calles por asalto, donde nosotros vimos una tregua tramposa y una negociación insostenible, él veía un globito colorado. Donde nosotros vimos el desierto, él vio correr el agua de los caños.

Más que un bello cadáver montado en su Babieca, este hombre es un niño alucinado. Un Peter Pan que cree en las campanillas y está dispuesto a derrotar a Garfio – en su Nunca Jamás de marionetas – sólo con sus historias y piruetas, y sin el cocodrilo de aliado. Le entrevistaba el jueves Gabilondo y por primera vez en varios años se vio que hasta los suyos se avergüenzan de arropar este absurdo descalabro. Si hasta Javier Pradera le amonesta desde un falso rincón de su diario, es muy de sospechar que a Zapatero se le acabó la cuerda del zapato.

Él solo se dejó engañar por ETA, y es suyo, sólo suyo, el desengaño. La banda ha hecho las cosas como suele y no parece haberse equivocado. Y el PP, que ni quiso ni podía ayudarle a pactar con el diablo, ni ha sido necesario en los errores, ni es hoy corresponsable del fracaso. Tengo en mi casa un cuadro de Mingote que representa un niño paseando. Lleva un globo sujeto por un hilo. Del cielo, que se rompe en una esquina, salen unas tijeras y una mano. Yo anteayer por la noche lo miraba. Y pensé que, con un solo dibujo, estos mil setecientos caracteres podía muy bien habérmelos ahorrado.

Laura Campmany


Laura Campmany