Justicia y paz

Justicia y paz

Me imagino que el Reino de los Cielos, si existe, olerá a flor de paz y a pan de todos. Decía Pla, creo que en su «Cuaderno Gris», que no hay nada en el mundo menos natural que la justicia. Empezando por la salud y terminando por la belleza, la naturaleza reparte sus dones con obstinado capricho y una más que dudosa pasión igualitaria. Devolverle a este mundo la armonía es el sueño imposible de cualquier ser humano. Vivimos para ver si se nos cumple. En todos los relatos infantiles, la verdad es lo triste, y la dicha final, la fantasía.

Ahora, en Semana Santa, bajo un cielo muy serio traspasado de luces y amenazas, sacamos a los cristos en sus cruces para que nuestra fe en el sufrimiento, eso a lo que llamamos poesía, recorra nuestras calles al son de los tambores, camino de un mortal renacimiento. Ay, si no fuera cierto que hay algo en el dolor que nos redime. Que la noche se acaba cuando comienza el día. Que el que reza se salva y el que siembra recoge. Ay, si no fuera cierto que nuestras tumbas estarán vacías y a todos, algún día, se nos pondrán en hora los relojes.

No espero otro regalo de la vida que dar y recibir de quienes trato según lo que merezco y se merecen. Confío en el azar, aun sabiendo que es ciego y arbitrario. Y creo que cada mínimo delito acaba tropezando en su castigo. Pero no me resigno a dejar en la boca de lejanas trompetas la nube prometida o el árbol lapidario. De algunas melodías, no somos el autor, pero sí el instrumento. Llevamos en España muchos años invocando la paz y poniendo a su sombra la justicia. Como si esas dos voces casi hermanas no tuvieran auténtico sentido cuando las escribimos al contrario.
Laura Campmany