Rajoy

Rajoy

¿Me permiten el símil deportivo? Creo que cuando Rajoy, tras el Congreso de junio, salte al césped con su propio equipo y exhibiendo en la espalda un número 10 emancipado de la mano de Dios, habrá partido, que es de lo que se trata. A los aficionados, con relativa independencia del resultado, suele gustarles que el juego prometa. Y esperan, con cada nueva temporada, ver una evolución en el banquillo que incluya opciones nuevas y algún nuevo fichaje. Y comprobar que hay ganas, estrategia y proyecto, es decir, los tres picos de un sombrero.

Con niñas o sin niñas de nombre cercenado, la derecha española necesita un espejo, a ser posible amable, en que mirarse. Saber cómo se quiere, y hasta si se ha querido. Quizás no necesiten, millones de españoles, vídeos enrabietados, atriles de diseño, guiños de carbonero o efectos especiales. Pero tampoco es siempre imprescindible que la cinta, o el rollo, aburra a las ovejas, con tomas más de ensayo que de arte, o, ya en la última escena, un tambor de hojalata. Entre «El Zorro» y el cine alternativo, están Huston o Wilder.

En esta absurda patria de novela, madre de Lazarillos y Quijotes, se disputan los trigos la astucia y la quimera. Puede tener, un mago, su barba previsible, pero se ha de sacar de la chistera algo más que un buen nudo de corbata. Queremos pases largos y sin fueras de juego, soluciones, reformas necesarias… Un pueblo no te da el poder por menos. Porque la gente es rara y bebe estrellas. Nadie quiere caerse de la cama, pero lo mismo a izquierda que a derecha buscamos ilusión, merecemos un sueño. Quien se atreva a soñarlo por nosotros tendrá que echarle un poco de pimienta, y dejarse en el campo las agallas.
Laura Campmany