Suspiros de España

Suspiros de España

Esta tarde (ayer, para ustedes) me iré de picos pardos literarios, a presentar en muy ilustre compañía la primera novela de Mabela Ruiz-Gallardón, que se titula “Lady Smith” por la sencilla razón de que así se llama, y se llamó realmente, su muy verdadera, pero recreada, protagonista. Esta dama extremeña, casada con un oficial inglés, siguió a su marido por los vivaques y batallas de nuestra guerra de Independencia, cuyo bicentenario nos espera a la vuelta de la esquina y ya ha empezado a echar flores, como los naranjos.

Las novelas basadas en sucesos reales son el mejor antídoto contra la desmemoria. Nos aportan imágenes y datos, y devuelven al hombre a sus principios, a su sopa primera, a esa infancia solemne y sucesiva que siempre es el pasado, y a veces, al orgullo de una patria. Debajo de la nuestra, hay Cides y Lepantos, victorias y derrotas, y héroes de toda clase que se alzaron en armas como uvas de un racimo, movidos por un mismo sentimiento. Hace ahora dos siglos, la gente se jugaba la vida sin tasarla por algo que era suyo. Por algo que – creyeron – nos legaban.

Una de esas personas fue Lady Smith. Oí una vez, en la versión teatral de “Soldados de Salamina”, cantado a capela, nuestro pasodoble por excelencia. Ése que el maestro Álvarez Alonso compuso en un café de Cartagena y al que puso, al pasar por una pastelería llamada España, el nombre de su mejor confite: los suspiros. Les aseguro que se me encogió el corazón. Y hoy, pensando en mi pueblo y su coraje, y con esa nostalgia que sólo da el exilio y toda la dulzura de este viejo Madrid de primavera, pienso en otro poder y esos cuatro rayitos con que hace Dios mujeres de bandera.
Laura Campmany