Viene la prensa, estos días, cargada de noticias perturbadoras, inquietantes, tranquilizadoras, indignantes, esperanzadoras, irónicas. Como si el propio Chicote, o alguno de esos cocineros futuristas de Madrid Fusión, nos hubiera metido a todos en una coctelera. Nada es lo que parece y todo puede negarse o reinventarse a sí mismo conforme nos alejamos de la explosión primigenia o nos acercamos a la implosión de las urnas. Alguien llamará a esto, algún día, la Edad Poliédrica, o el Bazar de la Historia, o la zona cero.
Dice el ministro Bermejo, que se tiene medidas las neuronas y los tiempos con precisión de relojero helvético, que ha llegado el minuto de actuar, en el sentido de instar su ilegalización, contra ANV y PCTV, porque empieza a ser obvio que ambas formaciones están al servicio de ETA. Las pruebas llevaban años sobre la mesa, pero había que verlas y «La Mirada en positivo» no siempre es paradigma de agudeza. Ahora en cambio sí hay «Motivos para creer» que esos partidos incumplen la legislación vigente. Para que luego digan que los lemas no importan.
Cae Prodi, como un rey pasmado, entre insultos y agresiones. Los albañiles suecos acuden a las obras ataviados con falda. Un conductor interpone una demanda contra la familia del joven al que atropelló, y el juez se la admite. Es la Guardia Civil quien salva del horror a Barcelona. Craig Venter ha colocado a la humanidad en el umbral, o ante el abismo, de la creación artificial de vida. Y hasta el Ibex rebota después del costalazo. Con tantas novedades, vuelcos y sinsentidos, ya no sé si alegrarme, llorar o sorprenderme. Veremos ciertamente grandes cosas, si es que antes no saltamos en pedazos.