Desde que se ha dejado el flequillo a ras de ceja, a la Vicepresidenta del Gobierno ya no se le ven ni esos dos dedos de frente que le suponíamos. Ha dicho, me parece que por enésima vez, que lo que tiene que hacer la oposición es arrimar el hombro. ¿Pero arrimarlo a qué? ¿A todas esas casas que ya no se levantan? ¿A evitar el desplome de la Bolsa? ¿Al puntal que sostiene la nación de naciones? ¿Al desenterramiento de una guerra enterrada? Puede que se refiera a su propio partido. Al nuevo paso laico de sus muy discutibles opiniones.
Lo que olvida doña María Teresa es que la oposición, por naturaleza, no tiene encomendada la misión de trabajar a favor del gobierno. Su labor en pro del país consiste, precisamente, en tener y desarrollar otro enfoque, elaborar su propio diagnóstico y, como suele hacerse en medicina, proponernos distintas soluciones. En cualquier democracia que no sea una farsa, la oposición es una alternativa. Es el ojo de halcón que pone en evidencia al gobernante, y es también un reserva que calienta, unas veces con furia y otras veces sin ganas.
En situaciones tan excepcionales como la que vivimos, y en general en temas de importancia, estaría muy bien que los grandes partidos se pusieran de acuerdo y enseñaran las cartas. Yo no creo que el PP tenga ningún reparo en arrimar el hombro, que es lo que mal que bien haría si gobernara. Pero lo que le piden no es aportar respuestas. Ni siquiera poner su granito de arena, sino hacer meramente de holograma. Aquí hay un solo actor sobre la escena, que lo único que quiere es que le aplaudan. A eso es a lo que llaman, las chicas Zapatero, ser personas de bien y amar a España.