A mí, caballeros, me gustaría conocer esos compromisos. Si es que existen, claro. Si es cierto que se han suscrito con esa boca en que uno hereda, decía el poeta, las tres palabras, los tres fuegos. Si es cierto que se han sellado con la misma tinta indeleble con la que un hombre de honor firma sus cargos, sus nombramientos, sus acuerdos, sus contratos, sus deudas y hasta sus cartas de amor o de catástrofe. Me gustaría descubrir en qué pactos de medianoche se alzó un cristal de humo, o qué bodas de sangre estamos celebrando. Me gustaría saber desde qué orilla, si de cuervos, palomas o gorriones, miramos, esperamos o aceptamos el triunfo de la ira, y cuáles son el precio y la esperanza. Entender por qué ahora, y cuál es el principio de esta página nueva que tanto se asemeja a la derrota. Porque toda esta trama que nos pasa, este argumento casi previsible, este juego de buenas voluntades, tiene un calor de pólvora en las alas, se parece a los cuentos más escuetos, dinosaurios que el alba no disipa, dice tener su propio calendario, eso que algunos llaman una hoja de ruta. Como una tempestad temporizada, se suceden, por orden, los relámpagos. Y es muy de sospechar que ustedes, caballeros, ya se hayan empeñado hasta las cachas. Yo quisiera saber con qué sueño gobiernan. Qué país nacerá de esos papeles que ya tienen la forma de un vientre fecundado. Y qué mutilaciones, qué perdón, qué derivas, y qué número exacto de corderos, qué nuevas y profundas soledades negocian en mi nombre y en secreto. Qué vota, quien les vote, con su voto. Ya que ustedes también nos dilapidan, sepamos para qué. Y si es verdad que ha habido compromisos, ¿a qué están esperando para hacerse la foto?