Romance de la suerte esquiva

Romance de la suerte esquiva

A nuestro buen Zapatero se le ha acabado la chamba: desde la fina advertencia que le hicieron en Barajas los gentiles batasunos y los valientes etarras (unos poniendo la bomba, y otros poniendo la cara) para explicarle hasta dónde deben llegar las palabras, el pobre está que tropieza, el pobre está que resbala, y no hay cosa de las muchas que en su cocina prepara que no le salga muy cruda o demasiado tostada. El hígado de las ocas lo dice muy a las claras, que el hombre ya “no té sort”, que ya no tiene “baraka”.

Anda el amigo asediado por los barcos que no abarca: chapapote en Algeciras, humaredas putrefactas en las costas de Galicia (pero la culpa es del agua), gentes de todo el planeta poniendo rumbo a Canarias y nosotros, disfrutando de la noche mauritana… Ahí sigue, dándole al pito de su murga estatutaria – que es que nadie se la vota, que es que nadie se la baila -, y sacándose naciones de la chistera de España con menos sellos legales que los discos del “top manta”.

Y para colmo de males, mete Salgado la pata tratando al sector del vino con tan poca diplomacia, que a punto ha estado el conflicto de acabar en tractorada. ¡Vaya, por fin un proyecto que Zapatero se envaina! Si otros se hubiera envainado, otro gallo nos cantara. La Fortuna, que a caprichos, ni Zapatero le gana, anda mostrándose esquiva y empieza a darle la espalda. A Prodi no se la trajo la cumbre hispano-italiana, y qué decir de los logros de la famosa Alianza. Pero mejor ni les digo que esto ya huele a “gafancia”, pues opino que la suerte, lo mismo buena que mala, Dios la reparte entre todos y cada cual se la labra.


Laura Campmany