Digo yo que esos concejales de Humilladero que han propuesto abrir un proceso constituyente que nos traiga – Dios nos ampare – la Tercera República, no serán tan ingenuos como para creer que lo que España necesita en sus presentes circunstancias para avanzar por la «diritta via» de la prosperidad y las libertades es dejar de ser una monarquía. Un Rey de los de ahora no interviene en las leyes, ni hace los presupuestos, ni quita ni regala. Sólo nos representa, como si fuera poco. Solamente nos une, como si fuera nada.
Los señores de Entesa, por su parte, con ese nombre suyo de empresa para el lucro, no pueden ignorar que bajo la corona brilla la última llave de nuestro Reino unido. No es que quieran ahorrar en protocolo, ni crean en el sistema americano, ni sueñen con un trono en el Elíseo, ni encuentren anticuado besar una bandera, ni quieran darle un sesgo civil a nuestro Estado. Lo que quieren, sospecho, es limpiar el camino hacia esos horizontes que ni siquiera ocultan. Primero, la República, y luego sus pedazos.
En cuanto a Zapatero, no es que sea partidario de hacer la vista gorda. No es que, frente al acoso, se sienta desbordado o impotente. Lo que ocurre, si yo no me equivoco, es que antes que estadista, antes que presidente del gobierno, antes que secretario de un partido, quizás antes, incluso, que leonés o español, es, en su corazón, republicano. Debió haberlo advertido en su mustio programa. Que esto es lo que quería. Y en cuanto a esos sujetos que hoy ocupan la calle con odios de otros tiempos y gritos incendiarios, sospecho que no quieren ni verdad ni justicia. Lo que quieren, me temo, es otra guerra, para darse el gustazo de ganarla.