Discriminación positiva

Discriminación positiva

Como todas las discriminaciones, la que se ejerce en favor de la mujer para erradicar la violencia machista está dando lugar a prejuicios y abusos. Vengo de España, donde me cuentan mis amigos que ya ni se atreven a subir en un ascensor con una chica por miedo a que la tal ande apurada y finja una agresión que le reporte un cumquibus. Algunos ex maridos salen a tres arrestos por semana. Me hablan de uno, en concreto, que ya lleva contadas cincuenta y tantas noches a la sombra, sin sombra de motivo. Hombres a los que esposan sus esposas con menos cardenales que objetivos.

Como el mundo, a lo que llevo visto, no es un tablero de malvados alfiles y damas virtuosas, resulta que hay más finas estrategias de las que nuestras leyes se imaginan: señoritas dispuestas a dejar a sus gallos sin una sola pluma les dan el jaque mate con la punta del dedo. A cualquier ordenanza que suene positiva hay quien sabe sacarle el negativo. Proteger a los débiles es prueba de progreso, pero empieza a tener una carga diabólica. Eso a lo que llamamos presunción de inocencia no puede, en este empeño, ser un conmutador alternativo.

El día en que la mujer sea dueña de su vida, sobrarán los entierros y leyes de fortuna. Sobrarán los cobardes asesinos y sobrará, también, la picaresca. Ni somos almas puras, ni somos un objeto, las mujeres. Sólo una dignidad bien compartida hará de los dos sexos un mismo ser entero. Si es que estamos hablando de personas, hablemos de derechos. Que todas las denuncias se investiguen, las culpabilidades se demuestren y las culpas probadas se castiguen. Soy mujer, pero exijo para el hombre esa misma justicia que pretendo.
Laura Campmany