A fecha de hoy, el gobierno que el señor Zapatero ha elegido para esta segunda legislatura está a punto de salir del horno, o acaba de hacerlo. A día de ayer, que es cuando yo escribo, ignoro si estará habitado de genios de la lámpara o de elfos domésticos, de colosos descatalogados o ese más de lo mismo tan del gusto de nuestros artistas. Yo prefiero no hacerme cábalas: si no hay cambios, y seguimos con la «Armata Brancaleone», ya sé a qué atenerme, y si los hay, sólo espero no acabar como Manrique, recitando las Coplas.
A fecha de hoy, Esperanza Aguirre no ha decidido presentarse como candidata a la presidencia de su partido. Tampoco lo descarta. No se resigna a que el PP juegue en segunda división, y lo único que ha hecho – nos dice – es abrir un debate ideológico, que no personal. La verdad es que el debate, para ser impersonal, viene un poco cargado de apellidos. Para ser abstracto, tiene un asombroso parecido con ella misma, y para ser fecundo, avanza y retrocede demasiado, amaga y no concreta. Yo creo que es más honrado ir a por todas, y si es preciso a muerte: eso que ha estado a punto de conseguir el Geta.
A fecha de hoy, sabemos cuál será el partido gobernante, pero aún está por ver quién le hará frente. Si se hace cara a cara, con sables y padrinos, no tengo nada en contra de los duelos al alba. La antítesis, ya saben, es el estadio previo a toda síntesis. Como en aquella canción – aunque nazi, tan bella – del musical «Cabaret» que hablaba del mañana, «el ciervo en el bosque corre libre», pero «se congrega para saludar la tormenta». Habrá un congreso en junio a modo de primarias, pero a fecha de hoy creo que ya es hora de saber quién, y cómo, y por qué se presenta.