Hay quien dice que a lo tonto es como muchos alcanzan lo que a los listos, por listos, se les resiste y escapa; que es como se han descubierto las ecuaciones más raras, como estallan los conflictos, como se arruinan las casas, como el agua de la historia se precipita o derrama, como más alto se llega o más profundo se baja, y como menos te expones, y como a más gente engañas.
Bien se ve que Zapatero se conoce tales mañas, pues observen que a lo tonto – con su pacta que te pacta -, siempre consigue que ocurra lo que le viene a él en gana. Como el PP le parece un estorbo y una vaina, a lo tonto lo ha excluido de las distintas instancias, y a lo tonto nos lo muestra como un perfecto tontaina en el último esperpento del vídeo «pasapalabra». Pero no es ésta, con todo, su más angélica hazaña. Ya habrán visto que a lo tonto, como quien cose o quien canta, en mucho menos de un lustro ha conseguido que España sea una especie de entelequia, una nación en subasta, un nombre que unos insultan, un trapo que otros arrastran, una foto que unos queman, una carne que otros matan, y ese lugar al que cuesta dar el buen nombre de patria.
Como también a lo tonto, por no decir a lo maula, ya tiene el hombre una tele – hay quien «La Secta» la llama -, se ha hecho una ley a medida y hasta periódico saca (los países, a lo visto, más le sobran que le bastan), tendrá que ser a lo tonto, y casi, casi en voz baja, con urnas muy transparentes y papeletas cerradas, como un pueblo escarmentado, receloso de sus dádivas, cansado de sus procesos y aburrido de sus gracias, le sugiera con talante – con el mismo que él se gasta – que ya que vino a lo tonto, del mismo modo se vaya.