El ceceo

El ceceo

Zapatero es partidario de una forma de ceceo que no consiste en quitarles a las eses su misterio, sino en hacer que las «des» suenen igual que un cencerro. Lo que nos dice es «verdaz» y si es «verdaz», es que es cierto. Dice también que la zeta le viene de sus ancestros – yo sospecho que se trata de otra herencia de su abuelo –, o acaso de su apellido – ¿no acaba en zeta el primero, y no la lleva el segundo en su sonoro comienzo? –, o quizás, sencillamente, de cómo se habla en su pueblo.

A mí me trae sin cuidado y, por más señas, al fresco, que el hombre tenga su deje y hasta presuma de acento, le ponga zetas al alba o se las quite al cerezo, pero que encima nos diga que el bienestar y el empleo, la libertad, la decencia, la justicia y el progreso están más que asegurados en razón de su ceceo, no es que no sea de recibo, es que raya en lo grotesco. Con desenfado se puede ir al cine o de paseo, contarle un chiste a un amigo o componer un soneto, pero en una España donde la gente vive con miedo, cada otoño las riadas se cobran vidas y sueños, el pan está por las nubes, los salarios, por los suelos, y hasta mudarse de barrio es como irse al extranjero, digo yo que debería hablar en tono más serio y mostrar algún enfado el titular del gobierno.

A lo mejor lo que pasa es que anda muerto de celos: ¿Rajoy no tiene frenillo? ¿Pues cómo él iba a ser menos? O ha descubierto que a un hombre se le ama por sus defectos y ha decidido hacer gala del menor de todos ellos. Con la intención, me imagino, de que así nos olvidemos del humo, a veces muy vivo, en que paran sus proyectos, en atención a esa letra que culmina el alfabeto y con la que este zutano vuelve a tomarnos el pelo.


Laura Campmany