La cara y el gesto

La cara y el gesto

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Cuenta Alfonso Ussía una anécdota apócrifa que siempre me ha hecho gracia. Viene a España un mandatario centroamericano y le llevan a visitar un museo. Un asesor le va sugiriendo en voz baja comentarios entendidos sobre las obras en que se van deteniendo. Ante un cuadro cubista, el experto musita: «¡Qué cara, qué gesto!». Pero el dirigente, que oye lo que oye y ve lo que ve, exclama espontáneo: «¿Qué carajo es esto?». Se ve que los españoles, con los países hermanos, tenemos serios problemas de comunicación.

Ya habrán leído ustedes que el Parlamento catalán ha contratado un intérprete para que sus señorías puedan entender a los miembros de una delegación de Nicaragua, y viceversa. Me imagino el asombro de los delegados, aunque ya nos ha explicado David Minoves que algunos están muy «sensibilizados» con las lenguas minoritarias. Lo justo habría sido, en mi opinión, que hubieran hablado ellos en miskito, o en sumo-tawahka, para que así al menos el intérprete, de haberse encontrado uno, se hubiera ganado el salario.

Pero lo que realmente lamento es que la Generalitat no haya pensado en mí para el trabajito. Teniendo en cuenta que ninguno de los diputados se puso los auriculares, y que comprendo medianamente el catalán, yo misma habría podido hacerlo. A estas horas tendría en mi bolsillo esos mil euros que quizás a los mileuristas no les parezcan tan «puñeteros». Ignoro por qué hay que traducirles a unos señores una lengua que hablan, pero así es el arte abstracto, incluso en política. Por ahorrarles el taco, una cara y un gesto.


Laura Campmany