Querido lector y estimado elector: como no soy ni actor ni actriz, ni cineasta ni cineasto, ni músico ni música, no voy a pedirle el voto para ninguno de los partidos en liza. De todos tengo mi propia opinión, que no me reservo, pero no gasto amo. De alguno desconfío y, con una excepción de bandoleros, de ninguno abomino hasta la rabia. Como la turbamulta es la que insulta, y jamás he vivido de prestado, ni me he puesto de inquina hasta las cejas, me visto de otro modo la alegría y tengo de la paz otro concepto, lo que voy a pedirle es elegancia.
Lo que voy a pedirle es que se abstenga de prescribir cordones sanitarios. Somos una nación equilibrada, con unos diez millones de personas que ocupan su lugar a la derecha, y a la izquierda, pongamos que otros tantos. Gente que vive en paz consigo misma, y piensa como piensa y siente como siente, y paga sus impuestos y acude a su trabajo. La mitad de esa gente no vota a Zapatero. E imbéciles, seguro que los hay a puñados. Pero, como las habas, hirviendo en las dos ollas. O flotando, quizás, en los dos platos.
Lo que voy a pedirle es que practique el muy sano deporte de no sumarse a un bando. Y que trate de ser independiente. Que no baje al lenguaje de los chulos de barrio. Que respete a quien piensa de otro modo, haciendo de sí mismo un partidario de la única aventura que merece la pena, que es ser libre hasta el punto en que ya debe serlo su contrario. Que huya de la sal gruesa, el rencor, la revancha… Y vote al candidato que prefiera, si piensa de verdad que es el que puede hacer lo conveniente para usted y su patria. Y procure no hartarse de su propio vecino, que aún estamos en una democracia.