Dice Juan José Ibarretxe, con la su media sonrisa, con las sus raras orejas y las sus cejas partidas, dice – digo – nuestro androide de esta nueva Reconquista, de esta Odisea del espacio, de este Star Trek sin salida en que se está convirtiendo nuestra aventura política, que puesto que en los comicios de hace tan sólo unos días la formación que preside, su muy explícita sigla, ha obtenido de los vascos y vascas más progresistas, si no le fallan las cuentas, una holgada mayoría, él ha de ser lehendakari, y lo que él dice va a misa.
Pero como es muy posible, y hasta probable, diría, que tenga un tal Patxi López la nunca vista osadía de pactar con otra fuerza – Basagoiti y compañía – y aterrizar, con sus votos, en la Lehendakaritza, ya nos advierte Ibarretxe, y no lo echemos a risa, que si tal cosa ocurriera, gran cabronada sería, una agresión manifiesta, una clara felonía, pues dónde y cuándo se ha visto, quitando alguna alcaldía, que aunque poderse se pueda, y aunque nada se lo impida, un partido diferente a ése de toda la vida coja el timón de la nave y gobierne “Euskal Herria”.
Olvida acaso Ibarretxte, aunque quizás no lo olvida, que el Pesoe junto al Pepé, como no nacionalistas, como víctimas que han sido de atentados terroristas y otros plurales agravios que forman toda una lista, representan por su parte a otra clara mayoría. La de quienes no comprenden que un gobernante se rija por criterios que anteponen la vasquidad a la hombría. La de quienes, por ejemplo, desde Santurce a Guernica, se han hartado de Ibarretxe, de su plan soberanista, de su discurso plagado de folklore y medias tintas, y de un País Vasco atascado entre el dolor y la ira.